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Parte 2. ¿Una espiritualidad para adolescentes?

Parte 2. ¿Una espiritualidad para adolescentes?

Necesitamos borrar del anonimato a la Pastoral de Adolescentes y darle su lugar en la Iglesia, es así como terminaba el artículo anterior: La Pastoral de Adolescentes en el olvido. La realidad es clara: en muchas parroquias de nuestra Ciudad de México se han desvanecido esas risas, los gritos de diversión y los ruidos incómodos entre los pasillos y salones parroquiales; muchos sacerdotes han decidido no apostar por la presencia de adolescentes en sus espacios, a pesar de que representan el futuro de la Iglesia.

Pero no todo es derrota, existen algunos esfuerzos para reavivar este sector de la Iglesia. Tenemos algunos ejemplos evidentes, como colegios donde llevan educación en la fe, hacen trabajo social, e incluso viven experiencias misioneras; hay otros movimientos que están ligados a alguna congregación y reúnen a jóvenes de ciertos sectores; después están los movimientos ligados a parroquias de corte del renuevo donde se pone el acento en el ministerio de la música y la alabanza.

Pero ¿cuántos de estos jóvenes, terminando su ciclo de formación, su momento de euforia en la fe, están dispuestos a dar un plus, un salto de fe, para continuar participando en la comunidad eclesial?

¡Demasiado pocos!, de aquí que surja la necesidad de poner fundamentos sólidos, detonar experiencias de fe en los chicos con su mismo lenguaje, en su cultura, con sus necesidades, y mediante encuentros que sean significativos y transformadores, y no simplemente sea un club de formación, diversión, o socialización.

Pastoral y espiritualidad van muy ligadas, la primera trata de «llevar el Evangelio de Jesús a las personas, … sabiendo que viven en una determinada cultura, y que ya tienen algo de ese Evangelio en su experiencia humana y cultural»[1]; por espiritualidad «se entienden las modalidades a través de las cuales un creyente o un grupo de creyentes expresan su fe en un tiempo determinado…, (da) respuesta a las necesidades del tiempo y a la sensibilidad humana y espiritual de los creyentes individuales[2]».

Las dos apuntan a la misma realidad: responder de manera eficaz a la propagación del Reino desde nuestros contextos concretos o virtuales. Para desarrollar una pastoral de adolescentes estamos llamados a fundarlo sobre “roca”, sobre una espiritualidad propia. José Pedro Manglano en su libro “Santos de Copas”, nos da algunas pistas para vivir la santidad desde la realidad joven y de ahí rescato tres ejes para una espiritualidad de adolescentes.

Primeramente, debemos reconocer que los adolescentes tienen deseos, sedes. Toda persona tiene la necesidad de saciar sus deseos, y sobre todo en esta edad, aunque pueden caer en búsquedas dañinas para su integridad. Nuestro autor lo afirma con las siguientes palabras «buscamos saciar hambres, pero hay trampas y no siempre se sacian»[3]. Estas sedes a la que se confrontan los chicos que descubren su identidad, no deberían ser reprimidas, si no darles respuesta con la opción por una vida en plenitud.

«… Jesús puesto en pie, gritó: “Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí”» (Juan 7,37-38ª), El primer eje de la espiritualidad es la Saciedad, Jesús no niega la existencia de la sed y los deseos profundos de la vida humana, lo que hace, es más bien, dirigirlos a Él, como aquel que los puede saciar de manera plena. Debemos hacer que concienticen sus deseos por medio de una formación sólida y actualizada, reconociendo « que hay dos sedes o dos hambres: el del cuerpo y la del corazón»[4], y que son saciadas cuando orientada a lo bello, lo perfecto, hacia el mismo Jesús.

El segundo eje de la espiritualidad toca un elemento tabú y difícil, el cuerpo integrado en su vida y en la experiencia de fe. Ya hemos hablados de impulsar el conocimiento de sus deseos, ahora hablamos del cuerpo como el lienzo donde se plasman y se hace vivas sus búsquedas. El cuerpo tiene un gran valor, merece respeto y veneración, de tal manera que «se convierta en motivo de dar gloria a Dios, de agradecimiento y de contento…».[5]

La integración del cuerpo consiste en «transformarse mediante la renovación de la mente para poder distinguir lo bueno, lo agradable, lo perfecto, hasta llegar a la “espiritualización de su cuerpo”[6],  y poder rendir un culto espiritual» (cf. Rom 12,1-2). El primero de los trabajos del agente de pastoral es ofrecerles a los adolescentes un espacio propicio donde puedan interactuar los cuerpos de manera segura, cómoda y que se sientan en “su ambiente”; es muy importante desafiar sus capacidades motrices a través de juegos, dinámicas, actividades en la naturaleza, obras de caridad, trabajo social o manual, y desarrollar sus talentos por medio del arte, mismo si se muestran renuentes.

El trabajo por construir la pastoral de adolescente en las parroquias y comunidades eclesiales podrán medirse por la cantidad de ruido, de risas, de movimiento que se generen en sus reuniones, en respuesta al llamado del Papa Francisco de “hacer lio”, o como lo escribe Pedro Manglano, de ser “escandalosamente alegres[7], este es el tercer eje de la espiritualidad. Así manifiestan que tener un “deseo infinito de felicidad”, no significa suprimirlo ni en su corazón, ni en su cuerpo, sino que en comunidad y con alegría es saciado, al saberse aceptado, respetado y sobre todo en comunión con Aquel que responde al deseo de plenitud en su realidad.

La alegría, también es testimonio de alguien que es transformado y liberado de aquello que le oprime o le roba su identidad, por eso es importante sostener las expresiones de alegría propias a los adolescentes, aunque parezcan descabelladas. Hacer fiesta, tener momentos recreativos (adecuados a sus posibilidades), tener charlas libres, son un terreno adecuado para la evangelización: «el corazón alegre es una buena medicina, pero el espíritu quebrantado seca los huesos» (Prov 17,22b).

Para hacer posible la articulación de estos tres aspectos de la espiritualidad adolescente, cada agente debe necesariamente reunir un grupo base, o sea un grupo pequeño de personas jóvenes que estén injertos en la misma realidad de los ado´s, pero con un camino de vida más avanzado en cuestiones de experiencia y fe. Estas comunidades base son aquellas que acogen el proyecto nuevo en su parroquia o movimiento y asumen la espiritualidad para nutrir sus planes y proyectos pastorales.

Esta espiritualidad no trata de imponer programas o maneras de realizar actividades, sino vivir lo propio con un espíritu renovado que provoque en los chicos las ganas de integrarse a la comunidad donde, por la fe en Dios, encuentran “luz en medio de sus oscuridades”.

BIBLIOGRAFIA

  • José Pedro MANGLANO, Santo de copas, CTEA Ediciones, Madrid 2022.
  • Biblia de Jerusalén, Editorial Desclée De Brouwer, Bilbao 2019.
  • Sergio SILVA, «Teología de la liberación», en Teología y vida Vol. L (2009), 93-116.
  • Diccionario enciclopédico San Pablo, Cristianismo, San Pablo, Madrid 2009.

[1] Sergio SILVA, «Teología de la liberación», en Teología y vida Vol. L (2009), 93-116.

[2] Diccionario enciclopédico San Pablo, Cristianismo, San Pablo, Madrid 2009.

[3] José Pedro MANGLANO, Santo de copas, CTEA Ediciones, Madrid 2022, p.92.

[4] José Pedro MANGLANO, Santo de copas, p.95.

[5] José Pedro MANGLANO, Santo de copas, p.236.

[6] José Pedro MANGLANO, Santo de copas, p.233.

[7] José Pedro MANGLANO, Santo de copas, p.175.

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